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Wednesday, November 05, 2003

El punto 

La maestra del primario me explicó que el punto termina oraciones. Que debe colocarse sólo cuando el enunciado ha alcanzado sentido completo. Que existen tres tipos de puntos: el punto seguido (que separa oraciones del mismo párrafo), el punto y aparte (que termina un párrafo) y el punto final (que termina un texto). Y que el punto es la más extensa pausa sintáctica del idioma español.

La gramática no dice nada más. Y sin embargo el punto es seguramente el signo de puntuación más importante ya que cumple dos funciones cruciales: a. fracciona el significado total del texto en porciones digestibles y b. sugiere el ritmo global del texto (el ritmo se completa con el ritmo interno de las oraciones, puntuadas con los demás signos de puntuación).

Fraccionar el texto en unidades menores, partir el postre en porciones, digamos, es necesario porque las personas sólo pueden mantener "activas" en su cerebro un número limitado de ideas. Cuando el lector alcanza el punto que cierra una oración, poda mentalmente todas las ramas gramaticales que se habían abierto, condensa su significado y ya está listo para la próxima oración, para la próxima cucharada. Y si el escritor carga demasiado la cuchara es el lector el que se atraganta, tose molesto y corre a buscar su vasito con Uvasal.

De este razonamiento se desprende una regla básica: (la mayoría de las veces) las oraciones cortas son preferibles a las extensas. Cuánto más larga es la oración mayor es la probabilidad de que el sujeto y el verbo se distancien (lo que contribuye a la sensación de "¿de qué era que me estaba hablando?" y la necesidad de releer la oración) o de que el cometido principal del enunciado se pierda entre tantos zigzags (por ejemplo esta misma oración). Si esta regla se aplicara con más frecuencia la mayoría de los textos se harían más legibles. En computación (y en el arte de la guerra) existe una regla llamada "divide y conquistarás", esa misma regla se puede aplicar en la edición de textos: muchas veces alcanza con dividir una oración chirle en dos o tres para que el párrafo recupere su consistencia.

Por ejemplo, este párrafo (extraído de Otra vuelta de tuerca) está lleno de grumos:

"Esperaron juntos la llegada de la nodriza con la supuesta esclava cargando el canasto como hacía todos los lunes muy temprano y cuando el harén real dormía cansados de las fiestas de los Domingos a la noche. Aparecieron silenciosamente, la nodriza se acercó a la habitación de Bedoya y fueron juntos al jardín, donde entraron al laberinto buscando seguramente un lugar seguro para reunirse en amor."

Dos oraciones extensas, de 37 y 29 palabras, coordinadas pobremente y con demasiados flancos débiles. La primer oración compila demasiada información: que los amantes esperan juntos, que la nodriza hace los recorridos los lunes temprano, que está acompañada de una esclava, que esa esclava puede ser una impostora, y que en el harén la pasan bomba los domingos a la noche (¡Feliz domingo para la juventud!). La segunda oración, que debería darnos un descanso luego de tanto jadeo (especialmente si también tuvimos un feliz domingo), continúa apilando canastos e ideas inconexas: la nodriza y la esclava aparecen silenciosamente, supongo que "aparecen" significa que se presentan donde están los que "esperaron juntos" en la oración anterior; la nodriza sola se acerca a la habitación de Bedoya (¿y la esclava que hace mientras?); ¿los que fueron juntos al jardín quiénes son? ¿La nodriza va o no? ¿Y los que esperaron juntos en la oración anterior donde fueron? ¿Y Bedoya? ¿Y Magoya?

De más está decir que para cuando llega el momento de meterse en el laberinto perdí la cuenta de cuántas personas se "reúnen en amor". Y me ronda la pregunta: ¿Dónde quedó el canasto?

Así que déjenme que me meta en esta jungla con el machete. Partiendo oraciones, reordenando un poco y con algunos otros pequeños retoques:

"El harén real dormía luego de las orgías del domingo a la noche. Alí y Jashir esperaron impacientes la llegada de la nodriza y su esclava. Sonaron los 4 golpes convenidos en la puerta y Alí la abrió para encontrarse con las dos mujeres que depositaban el canasto en el umbral. Alí les sonrió, les agradeció con una reverencia y las vio desaparecer silenciosamente entre las columnas de la galería. Los dos jóvenes acercaron una vela para descubrir el contenido del canasto: un pan de haschís, sogas y un falo tallado en marfil. Se apresuraron, llenaros sus alforjas y sigilosamente cruzaron el corredor, las galerías y finalmente el sendero que daba al jardín. Jashir señaló la entrada del laberinto y sonrió: pronto serían libres. En pocos minutos habían encontrado el lugar convenido, que la nodriza había marcado con una gran cruz de tiza azul en el muro. Extendieron un tapiz sobre el césped húmedo: Jashir se recostó boca arriba y observó cómo las nubes cruzaban velozmente el cielo, como una jauría de perros enloquecidos. Mientras, Alí vaciaba las alforjas: sobre el tapiz yacían ya desparramados el haschís, el falo y una botella de licor. Jashir se dejaba invadir por el sopor de las nubes en caravana otra vez, aunque había cambiado de opinión: no se trataba de perros, sino de caballos desbocados, indomables. Sintió de pronto los labios secos y la urgencia de beber licor o de besar a Alí. Las nubes se abrieron y la luz lechosa de la luna lo cegó un instante. Cuando abrió los ojos apenas alcanzó a ver el brillo metálico en el puño de su amante".

Bueno, al final terminé en una versión arábiga y porno soft de "La noche boca arriba" de Cortázar. Perdón.

En este párrafo las oraciones rondan las 15 palabras, aunque hay algunas más extensas (aunque de estructura muy sencilla: enumeraciones, secuencias enlazadas con conectivos y con distancia mínima entre sujeto y verbo). El párrafo ha ganado claridad aunque no es perfecto, las referencias "Alí hizo esto", "Jashir hizo aquello" se hacen excesivas en las últimas oraciones, sólo para dar un ejemplo.

Y también fui injusto con Atitar, ese párrafo es mucho más legible cuando se lee en contexto. Y supongo que la intención estilística original fue escribir con olor a "Las mil y una noches": las oraciones expansivas y la gramática perezosa de los mitos.

Pero volviendo a nuestra regla básica: lo breve es preferible a lo extenso, dos oraciones breves suelen ser más claras que una que las fusione. Todo muy bien, excepto que un texto no es solo contenido, también es rítmica y melodía. Y hay un límite en lo que las oraciones cortas y de estructura sencilla pueden lograr. Por ejemplo:

"El mar no se movía. Bajaron del buque una lancha. Tardaron casi una hora en hacer funcionar el motor. Desembarcó en la isla un marino vestido de oficial o de capitán. Los demás volvieron al buque."

En este párrafo (extraído de La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares), el único signo de puntuación es el punto y las oraciones son cortísimas (3 de las 5 oraciones del párrafo tienen 5 palabras). Bioy se podía permitir estos lujos porque era Bioy, y aún así se permite el lujo sólo por poco tiempo: en el siguiente párrafo las oraciones recuperan longitud y sofisticación. (Y ya que estoy comento: se me hace muy arduo leer a Bioy por su fanatismo exagerado por la oración mínima, sus textos terminan martillándome la cabeza como una lluvia de gotas anchas. Sus ficciones son fascinantes pero siempre me dio la impresión de que podrían estar mejor ejecutadas. Es mi modestisísima opinión, que quizás contradiga la de Borges - aunque quizás no: en su famosa cita Borges acerca de "La invención..." habla de una trama pefecta, no de una prosa perfecta). El encadenamiento de oraciones de este tipo convierte el texto en la lista de compras para el super, maximizando claridad pero destruyendo la textura de lo escrito.

El lector busca argumento, significado (costado derecho del cerebro si se cree en esas teologías) pero también sentimiento, tacto, el pulso de una voz (costado izquierdo). Y esa tensión es literatura. Conviene entonces que ilustre con ejemplos como distintos autores juegan con el punto y la extensión de las oraciones.

Marguerite Duras en "El amante" usa oraciones cortas, que funcionan como baldazos de agua tibia:

"Entre los dieciocho y veinticinco años mi rostro emprendió un camino imprevisto. Ese envejecimiento fue brutal. Ví como se apoderaba de mis rasgos uno a uno... He conservado aquel rostro nuevo. Ha sido mi rostro. Ha envejecido más por supuesto, pero relativamente menos de lo que hubiera debido. Tengo un rostro lacerado por arrugas secas, la piel resquebrajada. No se ha deshecho... ha conservado los mismos contornos pero la materia está destruida. Tengo un rostro destruido..."

Paul Bowles, mezcla oraciones largas y cortas en "El cielo protector":

"Esa noche se despertó sollozando. Su ser era un pozo de mil metros de profundidad; subía de las regiones inferiores con una sensación de infinita tristeza y de descanso, pero no recordaba ningún sueño, como no fuera la voz sin cara que le había recordado: 'El alma es la parte más cansada del cuerpo.' La noche era silenciosa, salvo un vientecito que soplaba a través de la higuera y movía los aros de alambre colgados de las ramas. Se rozaban al balancearse, chirriando apenas. Escuchó un rato y se quedó dormido".

Y el ejemplo final: Cortázar contradice todo lo que acabo de decir con su gigantesca oración al comienzo de La autopista del sur:

"Al principio la muchacha del Dauphine había insistido en llevar la cuenta del tiempo, aunque al ingeniero del Peugeot 404 le daba ya lo mismo. Cualquiera podía mirar su reloj pero era como si ese tiempo atado a la muñeca derecha o el bip bip de la radio midieran otra cosa, fuera el tiempo de los que no han hecho la estupidez de querer regresar a París por la autopista del sur un domingo de tarde y, apenas salidos de Fontainbleau, han tenido que ponerse al paso, detenerse, seis filas a cada lado (ya se sabe que los domingos la autopista está íntegramente reservada a los que regresan a la capital), poner en marcha el motor, avanzar tres metros, detenerse, charlar con las dos monjas del 2HP a la derecha, con la muchacha del Dauphine a la izquierda, mirar por retrovisor al hombre pálido que conduce un Caravelle, envidiar irónicamente la felicidad avícola del matrimonio del Peugeot 203 (detrás del Dauphine de la muchacha) que juega con su niñita y hace bromas y come queso, o sufrir de a ratos los desbordes exasperados de los dos jovencitos del Simca que precede al Peugeot 404, y hasta bajarse en los altos y explorar sin alejarse mucho (porque nunca se sabe en qué momento los autos de más adelante reanudarán la marcha y habrá que correr para que los de atrás no inicien la guerra de las bocinas y los insultos), y así llegar a la altura de un Taunus delante del Dauphine de la muchacha que mira a cada momento la hora, y cambiar unas frases descorazonadas o burlonas con los hombres que viajan con el niño rubio cuya inmensa diversión en esas precisas circunstancias consiste en hacer correr libremente su autito de juguete sobre los asientos y el reborde posterior del Taunus, o atreverse y avanzar todavía un poco más, puesto que no parece que los autos de adelante vayan a reanudar la marcha, y contemplar con alguna lástima al matrimonio de ancianos en el ID Citroën que parece una gigantesca bañadera violeta donde sobrenadan los dos viejitos, él descansando los antebrazos en el volante con un aire de paciente fatiga, ella mordisqueando una manzana con más aplicación que ganas."

Nosotros, los mortales, estamos la mayoría de las veces confinados a terrenos menos anegadizos...

En conclusión, el lector (especialmente si lee online, pero también cuando lee en salas de espera, trenes, etc. o casi siempre, bah) es un pajarito impaciente, pronto a saltar a otra rama si percibe que estamos siendo torpes o desconsiderados. Acumular oraciones largas y sinuosas es invitar problemas.

La opción: escribí oraciones cristalinas y cortas o sé un genio (como Cortazar). Tres oraciones breves bien coordinadas son preferibles a un mastodonte lleno de tentáculos (salvo que el mastodonte este bajo tu férreo control). Divide y conquistarás (al lector) aunque respetando tu voz. Editá tu texto (es decir tachá, reescribí) para que gane claridad sabiendo que eso no significa apuñalar el cuerpo vivo de lo que escribiste. Podés ganar simplicidad sin sacrificar melodía y color. Y si te sentís con cancha como para explorar las idas y vueltas de las oraciones ciempiés, los remolinos sulfurosos de largas oraciones incadescentes, dale nomás: tus lectores apreciarán tu temeridad si los agarrás fuerte de la mano y los guiás.

Eso sí, que no te tiemble el pulso.

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